Narran que antes de la llegada de los españoles, los aztecas combinaban distintos chiles, jitomate, cacao, vainilla y especias, las cuales comían con guajolote. A ese guiso lo llamaban “molli”, palabra náhuatl que significa salsa, el cual era molido en metate, una piedra labrada que tiene una “mano”, la cual al pasar por el alimento lo tritura. Así, el mole; por sus ingredientes, el modo de preparación lo hacen un platillo anterior a la conquista, netamente prehispánico.
La idea de experimentar con platillos nuevos fue de Sor María del Perpetuo Socorro y así fue que con la mezcla de una salsa autóctona, el Mulli (hecho a base de cuatro chiles mezclados) a la que se le incorporó aproximadamente veinte especies para que no picara.
Ingredientes que pertenecen a dos culturas, la española y la indígena (del Viejo Continente: almendra, clavo, canela; de México la gran variedad de chiles). Además se le añadió ajo, cebolla y tortilla de maíz, se molieron estos ingredientes y se elaboró lo que hasta nuestros días es el mole poblano. En recompensa de haber deleitado el paladar del Virrey, el Obispo les regaló a las monjas una cocina adornada con azulejos de talavera que aún pueden admirarse en el Museo del Antiguo Monasterio de Santa Rosa. Dado el éxito los demás Conventos solicitaron la receta que se empezó a poner de moda en las casas de los ricos y poco a poco se hizo muy popular hasta convertirse en el platillo predilecto para las grandes ocasiones.
La idea de experimentar con platillos nuevos fue de Sor María del Perpetuo Socorro y así fue que con la mezcla de una salsa autóctona, el Mulli (hecho a base de cuatro chiles mezclados) a la que se le incorporó aproximadamente veinte especies para que no picara.
Ingredientes que pertenecen a dos culturas, la española y la indígena (del Viejo Continente: almendra, clavo, canela; de México la gran variedad de chiles). Además se le añadió ajo, cebolla y tortilla de maíz, se molieron estos ingredientes y se elaboró lo que hasta nuestros días es el mole poblano. En recompensa de haber deleitado el paladar del Virrey, el Obispo les regaló a las monjas una cocina adornada con azulejos de talavera que aún pueden admirarse en el Museo del Antiguo Monasterio de Santa Rosa. Dado el éxito los demás Conventos solicitaron la receta que se empezó a poner de moda en las casas de los ricos y poco a poco se hizo muy popular hasta convertirse en el platillo predilecto para las grandes ocasiones.
En Taxco hay tamales, hongos, chalupas y bebidas como el mezcal. Pero la culminación de la gastronomía taxqueña es el mole rosa, casi tan complejo como un retablo del siglo XVIII o una síntesis de la belleza del pueblo. El caldo sobre el que se prepara el mole lleva pollo, pulque, hierba santa, cebolla, ajo, betabel, canela y anís; el pollo se rellena con cebolla, ajo, elote, chiles chipotles, mantequilla, sal y pimienta; el mole tiene cebolla picada, ajo, mezcal, almendras, piñones, cacahuates, ajonjolí, hierbas de olor, pulque, clavos, cominos, chiles chipotles y chocolate. Se sirve adornado con piñones y puede comerse en las azoteas de los restaurantes, desde donde se ven todas las casas blancas de Taxco y las tiendas de platería y artesanías, rodeando a Santa Prisca.